Todo el mundo vive entriste tristérrimo porque resulta que en Occidente y toda su historia desde que se crea la posibilidad del término "historia" y la "escritura" y parece que incluso "antes", no se ha hecho otra cosa que pensar la evolución moral-antropológica del hombre desde una caída/culpa originales. Así, la moral del hombre siempre tiene algo que le falta que tuvo en un origen que no sabe qué es y que echa de menos. Un mito de que las cosas no estaban tan bien como deberían estar porque antes de que pudiese pensar están mejor de lo que nunca ya más podrán volver a estarlo. Es triste tristristísimo. Pero, oh filosofía, dale alas a lo invisible y recúbrelo de retruécanos en los que nos gozamos posibilitando monstruosidades impensables, ¿Y sí el hombre produciese socialmente esa sensación de caída a través de la "infantilización" de las crías y la diferencia social entre niño/adulto? Permitiendo así que el dominio de los estratos más revolucionarios de la sociedad hubiese de plegarse sempiternamente a una culpa con respecto a las antiguas generaciones con las que no tiene nada que ver aparte de su relación afectiva determinada a través de la vivencia de la cría en la casa de padres. Vivencia creada por el tiempo en que no tenía que preocuparse de nada antes de que lo echaran del nido. Un apunte, tal vez necesario, para pensar otro posible mundo en el que la depresión no sea la enfermedad más frecuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario