Situación: uno descubre que la dignidad es algo tan etéreo que ni siquiera puede establecer desde que punto podrían partir sus reivindicaciones por mantenerlas sin que ello de al traste con toda perspectiva desde la cual el sujeto no aviste el colapso de su sensibilidad. Aunque ante esta enunciación bien podríais decir que el acto de no reivindicar la dignidad es un acto de cobardía, y que el riesgo del colapso de la sensibilidad es ya el modo en el que se desarrolla nuestra experiencia normalmente, a esto debería decir que lo que he dicho al principio no es más la mostración de una falta de pericia a la hora de decir lo que quería decir, y que el punto desde el cual pongo aquí en cuestión la dignidad es el siguiente:
¿En que medida aquellos que han demandado el apelativo digno o se lo han atribuido en propiedad no han sido aquellos cuyas condiciones materiales al inicio de sus vidas eran tales que, ante la perdida de tales condiciones podían enfrentarse a la experiencia vital degradada esgrimiendo la demanda de un ideal que ellos habrían colmado con la imagen del restablecimiento de las condiciones que una vez tuvieron
o bien, en que medida la demanda de este apelativo no es el espejismo producto de la proyección de los deseos de aquellos cuyas condiciones materiales de vida esclavas de otros, situaban el ideal dignidad en una especie de asimilación de ambos niveles de vida, según la cual, liberando las condiciones materiales esclavas y esclavizando las condiciones materiales dueñas, se llegaría a un estado de relación y felicidad similar al que experimentan, según los esclavos, sus dueños al ser servidos, pero más satisfactorio, puesto que todos servirían a todos, de tal modo que imaginan, todos obtendrían el placer de ser dueños de sí mismos?
De todos modos, las divagaciones que aquí he escrito, tenían por único motivo llegar a esta pregunta:
¿Cual es la conflagración de representaciones que da lugar a un coágulo en la sensibilidad tal que pueda el pensamiento escollarse en él?
De las direcciones de las que provienen y a las que avanzan semejantes metáforas para hablar de la sensibilidad, hablaremos otro día. De todo lo que está aquí escrito, excepto esta última pregunta, aconsejo vivamente ignorarlo.
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