Pero limpiando hoy y habiendo reflexionado mucho estos últimos días sobre la identidad, me doy cuenta de que, alejando la limpieza de la crítica superficial que supone la contraposición de los roles de género, la limpieza y dormir tiene mucho en común - y aquí hay que pensar en la sociedad capitalista de insomnes que subcontratan a otros para que limpien sus deshechos y no han de preocuparse por donde defecar-, limpiar y dormir sirven para sentar asideros de la identidad, no de la identidad al uso refractaria, sino de la transversalidad temporal en la que nos reconocemos a nosotros mismos. Dormir y limpiar nos ayuda a asentar la experiencia que ha formado parte de nosotros.
Dormir y limpiar (1)
Había yo reflexionado en otras ocasiones sobre el limpiar, habiendo visto toda mi vida a madre y padre recorriendo la escalera uno con escoba, otro con cepillo, recordando el énfasis de mi abuela al hacer la cama, la doble fregada diligente de mi tía para matar hasta el último rastro de huella, me decía, trasponiendo la imagen de mi tío en el sofá sentado mientras le ponían la mesa y la cerveza; esto de limpiar, tan de mujeres, ha sido lo que ha permitido a los hombres pensar en espacios abstractos-eternos, como el suelo que se limpia solo, como la comida que se cocina solo, como el hombre del que hablan todo los discursos de la humanidad, alienado de sus funciones vitales.
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