Lo que iba diciendo, aunque no lo he releído, dormir y limpiar, asideros que marcan el transcurso. Por supuesto, podemos entender el transcurso del tiempo, pero a lo que me refiero más bien, es la misma condición de la temporalidad, es decir, que dormir y limpiar nos ayudan a decir que ha pasado algo. Tal vez esto pueda sonar banal cuando hay tantísima gente que mira su reloj de pulsera cada cinco minutos, pero no hablo aquí de la adherencia numérica a la cuadrícula-huso horario, sino de la sujección escenificada a través de la cual transcurrimos por nosotros mismos y a través de la cual establecemos las señales y organizamos lo vivido de tal manera que podamos decir que han sido digeridos por nosotros. Así es como el pensamiento se aferra a la realidad.
Pero hoy toca decir, yendo más allá de lo que dijimos ayer, cumpliendo con lo que acabo de decir más arriba - he tomado el asidero-entrada-dormir y limpiar(1), que se parece mucho a una url- para ir hacia delante dentro de mí misma, puesto que había algo sólido sobre lo que asentarme. Y bien, consecuentemente con ésto y llevándolo hasta sus últimas consecuencias, hemos de decir que toda decisión-segregación en la realidad tiene este efecto, hacerse una selfie, ver el telediario, pintar el guernica... toda acción-obra se asienta de esta manera sobre la realidad.
Claro que aquí cabe toda una disquisición sobre aquello que diferencia la selfie en el baño o despeñándose por un acantilado del Guernica, y lo que cabría decir es que mientras una se produce, sí, como emanación de una conciencia individual, pero que busca subsumirse de manera tan inmediata sobre las dinámicas de poder en las cuales habita- véase facebook-, ser aceptada y así diluida; la otra usa de manera parasitaria estás dinámicas de poder, abriendo con su propia segregación un espacio dentro del cual pueda habitar ella misma.
Para continuar con lo que estábamos diciendo, mientras que la primera adhiere el transcurso de sí mismo a la constante posibilidad de subsumir la imagen que tiene de sí dentro de las dinámicas que dan cabida a su imagen, haciendo que todo transcurso en la realidad haya de ser igualado a ésta posibilidad a través de la expresión de la misma -nunca tan bien utilizado el término expresión-. La otra adhiere el transcurso de su identidad a la producción de coágulos que resultan, sí, de las intermediaciones entre sí y las dinámicas que lo habitan, pero que lo que hace a través de sus acciones es, la obra, es decir, enajena su experiencia de las dinámicas que lo habitan a través de la producción de algo otro capaz de fijarlo a sí mismo como punto de realidad externo sobre el cual permitir una proyección de sí que pueda ser impulsada hacia delante abriendo de nuevo un espacio que no puede ser directamente engullido bajo las dinámicas de poder dadas en las que se ha producido.
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