Pobres Perros Pulgosos aka circunvolunciones a la posición de autor
Si hay algo que no puede no sorprendernos - por usar un manido recurso de enunciación-, es la cantidad de recursos de las que disponen las instituciones artísticas de los que disponen los artistas. Así, puedes enterarte de que hay una cierta factoría de arte, que se dedica, según el encargo de los artistas, a llevar a la carne realidad las bendecidas ideas de sus cerebros; vease, para la obra del artista Javier Perez, se arranco un olivo milenario, se tomó el molde para hacerlo en resina, y bueno, vete tú a saber. Pobre olivo. Ahora los buscas en internet y salen hermosos encuadres de fotografía en la página del museo reina sofia que, tal vez, haya adquirido la obra.
Lo mismo para las instalaciones, la cantidad de materiales, el espacio prestado para que pueda suceder una performance y todo ese avituallamiento que necesita el artista para que suceda en un sitio en que la gente diga que es arte.
Junto con un segundo hecho que he venido remarcando estos últimos días, dada mi habitual insuficiencia a la hora de acotar parámetros de realidad... El hecho en cuestión es que en las convocatorias de jovenes artístas se incluyen todas las disciplinas menos la escritura ¡Salvo en el caso de que escribas en un muro y eso ya pobra verse incluido en parámetros pictóricos!
¿Por qué están separadas estas pobres hermanas, artes plásticas y poesía, que a lo largo de la Historia del Arte - Salve- tan bien han disputado por la supremacía?
Poniendo de por medio esos dos factores, lo que quería decir es que dado que la escritura requiere de unos medios mucho más bastardos para darse a luz y reproducirse: Algo punzante, un soporte, y cualquier dispositivo capaz de copiar material o inmaterialmente. Creo ver en esto una amenaza mucho más recalcitrante para el status quo de la industria cultural que la pequeña murmuración crítica que puedan hacer los artistas dentro de las mismas galerías de arte que pretenden criticar.
Los escritores serán pobres como ratas, pero por lo menos no están recluidos en cubículos de formol estanco, y para su gloria, pueden ser escupidos, apaleados, desmembrados, digeridos, vomitados y vueltos a digerir una y otra vez, sin el menos respeto y con la mayor inmediatez.
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